ASDUA

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Las jornadas de Derecho Policial abordan hoy la situación de los testigos protegidos

CANTABRIA

Esta tarde comienzan en la Facultad de Derecho de la UC las terceras Jornadas sobre Derecho Policial y Seguridad Ciudadana, que abordarán la situación del testigo protegido en los delitos de narcotráfico en la ponencia inaugural, a cargo del fiscal especial antidroga Ángel González Blanco.


Será a las 16.30 horas y, después, el presidente de la Audiencia de Cantabria, José Luis López del Moral, hablará de la investigación de los delitos medioambientales.

Sobre las 18.30 se celebrará la inauguración oficial y, a continuación, intervendrá el fiscal Ángel Emilio Santiago, especialista en delitos económicos.

Mañana se abordará la regulación de los fraudes, la reforma del Código Penal y los efectos legales del canje del carné de conducir.

LA GUARDIA CIVIL EN LA DIVISION AZUL





Uno de los aspectos menos conocidos de la gesta heroica de la División Azul en el frente del Este es la presencia entre sus miembros de voluntarios de la Guardia Civil. Y más desconocido es aun el hecho de que muchos de estos voluntarios tuvieron destacadas intervenciones en acciones concretas y en situaciones nada fáciles para las armas de España: Wolchow, Krassny Bor, etc., son solo algunos de las nombres que encierran tras de sí batallas épicas donde la sangre del Benemérito Cuerpo también se derramo. Este libro que el lector tiene en sus manos no pretende ser la última palabra sobre la actuación de la Guardia Civil en la División Azul, aunque estamos seguros de que aportara datos curiosos que engrandecerán aun más el nombre de este Cuerpo.

GARCIA HISPAN, JOSE
GARCIA HISPAN S.L.      
Ediciones Nueva Cultura
Nº páginas: 110
Lengua: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa blandaISBN: 9788487690044
Nº Edición:1ª
Año de edición:1992


EL EMBLEMA DE LA GUARDIA CIVIL



COMPUESTO POR:
EL HAZ


Las fasces (o haz de lictores), palabras provenientes del latín fascis, eran una unión de 30 varas (una por cada curia de la antigua Roma) atadas de manera ritual con una cinta de cuero rojo formando un cilindro; a su alrededor había un hacha común o un labrys.
Originalmente era el emblema de los reyes etruscos, adoptado igualmente por los monarcas romanos y perviviendo durante la república y parte del imperio. Las fasces eran transportadas al hombro por un número variable de lictores, fasces lictoriae, que acompañaban a los magistrados curules como símbolo de la autoridad de su imperium y su capacidad para ejercer la justicia.
Las varas unidas significan que "La unión hace la fuerza", puesto que es más fácil quebrar una vara sola que quebrar un haz de varas.

LA ESPADA:


La espada con la punta hacia abajo representa la fuerza sometida al imperio de la Ley.

LA BENEMÉRITA



LA BENEMÉRITA








No es capricho el sobrenombre de BENEMÉRITA se debe a sus innumerables servicios humanitarios prestados a la sociedad, esta denominación se convirtió en oficial al otorgársele, por Real Orden de 4 de octubre de 1929, la Gran Cruz de la Beneficencia


Gran Cruz





Contiene el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española una doble definición de la palabra “Benemérita. En su acepción principal esta palabra es un adjetivo que significa “digno de galardón”. Adicionalmente, y precisamente por haber sido establecida una identidad social y normativa entre ese adjetivo y una institución muy concreta, el Diccionario reconoce esa palabra como un sustantivo para denominar inequívocamente a “la Guardia Civil”.


En otros diccionarios, a este término derivado del latín (“benemeritus”) se le atribuyen significados muy parecidos y en todos los casos elogiosos:


"Digno de galardón o premio por su bondad".


“Digno de gran estimación por los servicios que ha prestado”.


"Digno de recompensa".


Al día de hoy, la identificación pública del sustantivo con el Instituto armado de naturaleza militar español es tan generalizada que… ¡incluso la propia ETA se ha referido en ocasiones a la Guardia Civil como “la Benemérita”!


¿De dónde viene esto?


Para entenderlo, es imprescindible hacer un pequeño viaje histórico que partiendo desde su Fundación en 1844 termine en el momento actual. Es necesario saber que la Guardia Civil fue creada en uno de los periodos más turbulentos de la Historia de España, en un contexto de desorden generalizado, de falta de respeto a la Autoridad, de carencia de instrumentos vertebradores de la acción de Gobierno, de desafección de los ciudadanos con respecto al poder establecido. Tenía por delante la difícil misión de llevar paz, orden y seguridad a una Nación que acababa de perder su imperio colonial apenas 25 años antes, había salido de una guerra de independencia tras la ocupación francesa 35 años antes y se encontraba inmersa en guerras civiles por cuestiones de sucesión dinástica (las guerras carlistas) y conflictos sociales, económicos y políticos recurrentes. A priori, lo lógico hubiera sido presagiar que fracasaría en su empeño igual que habían fracasado todas las fuerzas de seguridad, de orden y de policía creadas con anterioridad; igual que fracasaron todas las que fueron coetáneas a lo largo de varias décadas con posterioridad a su fundación.


El porqué de la aceptación que rápidamente la Guardia Civil obtuvo y del reconocimiento público que inmediatamente se granjeó es complejo de explicar en pocas líneas, pero no parece difícil sacar algunas conclusiones sobre el carácter diferencial de esta Fuerza con respecto a otras coexistentes en el siglo XIX a partir del análisis de cuáles fueron los principios inspiradores de su organización (militar), su funcionamiento (sometido a estrictas reglas morales) y su modo de relación con los ciudadanos y autoridades (seriedad, deferencia y educación). De hecho, para llegar a estas conclusiones basta con analizar algunos de los preceptos de la Circular emitida por su fundador, el Duque de Ahumada, el 16 de enero de 1845. En esta Orden Circular que sirvió de base para la redacción de lo que sería la famosa “Cartilla de la Guardia Civil”, ya se perfilaron los ejes característicos del ser, hacer y estar del guardia civil, aquello que lo diferenciaría en muchas ocasiones de otros muchos militares y de otros muchos policías:


“La principal fuerza del Cuerpo ha de consistir en la buena conducta de los individuos que lo componen”.


“Deben atemperar el rigor de sus funciones con la buena crianza, siempre conciliable con ésta; de este modo se granjearán la estimación y consideración pública”.


“El guardia civil no debe ser temible sino a los malhechores, ni ser temido sino de los enemigos del Orden.”


“Los guardias civiles deben ser prudentes sin debilidad; firmes sin violencia, y políticos sin bajeza”.


“Las vejaciones, los malos modos y la grosera altanería deben ser reprobados como poco a propósito para granjearle el aprecio del público.”


“Los enemigos del orden de cualquier especie temerán más a un guardia civil sereno en el peligro, fiel a su deber, siempre dueño de sí mismo, llenando sus funciones con dignidad, prudencia y firmeza que al que con amenazas y malas palabras no logra más que malquistarse con todos”.


Los preceptos de esta Circular efectivamente fueron incorporados a la Cartilla de la Guardia Civil” en la cual quedaron fijados algunos de los preceptos que los guardias civiles de todos los tiempos hemos venido manteniendo:


Art. 1: “El honor ha de ser la principal divisa del Guardia Civil, debe por consiguiente conservarlo sin mancha. Una vez perdido no se recobra jamás.”


Art. 3: “Las vejaciones, las malas palabras, los malos modos, nunca debe usarlos ningún individuo que vista el uniforme de este honroso Cuerpo.”


Art. 6: “El Guardia Civil no debe ser temido sino de los malhechores, ni temible sino a los enemigos del orden. Procurará ser siempre un pronóstico feliz para el afligido, y que a su presentación el que se creía cercado de asesinos, se vea libre de ellos; el que tenía su casa presa de las llamas, considere el incendio apagado; el que veía a su hijo arrastrado por la corriente de las aguas, lo crea salvado; y por último, siempre debe velar por la propiedad y seguridad de todos.”


Art. 34: “En caso de que ocurra incendio, acudirá inmediatamente al punto donde tenga lugar, cuidando especialísimamente de proteger a todas las personas que se encuentren en el sitio de la desgracia, asegurando sus intereses y evitando que se introduzcan en la casa gentes que, con el pretexto de auxiliar, llevan el de robar o cometer otros excesos.”


Art. 35: “En las avenidas de los ríos, huracanes, temblores de tierra o cualesquiera otra calamidad, prestará cuantos auxilios estén a su alcance a los que se vieren envueltos en estos males.”


Desempeñando sus funciones bajo estas reglas y otras similares que sería prolijo detallar, no es extraño que la Guardia Civil se impusiera a los bandoleros, a los contrabandistas de la época y a los anarquistas de fin de siglo; que sobreviviera a cambios de Gobierno, a cambios dinásticos y a cambios de Régimen político; y que lograra tal reconocimiento público y social que finalmente el Gobierno terminara haciéndolo oficial pues popularmente a la Guardia Civil ya se la venía denominado como “Benemérita” y eran incontables los casos de guardias civiles que habían sido condecorados con cruces de la Orden Civil de Beneficencia, creada por Real Decreto de 17 de mayo de 1856, por los servicios humanitarios que habían prestado a título individual.


Así, mediante Real Decreto número 2.088, de 4 de octubre de 1929, el Consejo de Ministros concedió al Cuerpo de la Guardia Civil la Gran Cruz de la Beneficencia a propuesta del Ministro de la Gobernación, don Severiano Martínez Anido, y con arreglo a lo dispuesto en los artículos 5º y 8º del Real Decreto de 29 de julio de 1910 (Gaceta de Madrid de nº 214 de 2 de agosto) por el que se refundían en una sola las distinciones honoríficas denominadas Cruz de Epidemias y Orden civil de Beneficencia. Concretamente el Real Decreto sancionado por S.M. el Rey D. Alfonso XIII decía así (Gaceta de Madrid nº 279):


“Vengo en conceder la Gran Cruz de la Orden Civil de Beneficencia, con distintivo negro y blanco, al Instituto de la Guardia Civil por los innumerables actos y servicios abnegados, humanitarios y heroicos que los individuos pertenecientes al mismo han realizado con motivo de incendios, inundaciones y salvamento de náufragos.”


Como consecuencia de esta concesión, la Dirección General del Cuerpo, publicó la siguiente Orden General de fecha 7 de octubre de 1929:


"Al transmitir a todos el Real decreto que antecede y por el cual S.M. el Rey (q.D.g.) premia vuestros relevantes servicios, felicito a los Generales, Jefes, Oficiales y Tropa por tan señalada distinción y en una forma tan sincera como es la satisfacción que con vuestra conducta me hacéis sentir.
Más obligados aún a la fiel interpretación de nuestros Reglamentos, yo, que ya os conozco, no necesito exhortaros a ello.
Sois dignos de los que supieron ganar para la Institución el título de Benemérita, y está orgulloso de mandaros, vuestro General Director. José Sanjurjo".


Para valorar la trascendencia moral que este reconocimiento tiene para los guardias civiles y el orgullo que sienten cada vez que su Institución es denominada “la Benemérita” por haber sido condecorada con la Gran Cruz de la Orden Civil de la Beneficencia, únicamente hay que conocer el significado que la Real Academia Española da a la palabra “Beneficencia”: “virtud de hacer bien”.


Terminada la Guerra Civil española, la Guardia Civil fue objeto de profunda reforma y absorbió al Cuerpo de Carabineros, por cuyo motivo fue preciso regular de nuevo el estatuto personal de sus miembros, su organización y su servicio. A tales efectos, fueron aprobados simultáneamente su “Reglamento militar” y su “Reglamento para el Servicio”. Afortunadamente, al hacerlo se mantuvo la esencia de este Cuerpo y muy fundamentalmente se preservó su carácter benemérito. De hecho, el primer artículo del Reglamento Militar del Cuerpo de 23 de julio de 1942 establecía que “su misión especial es velar por las personas y propiedades…”


Por su parte, en el Reglamento para el Servicio del Cuerpo de 23 de julio de 1942 se reprodujeron buena parte de los centenarios principios de la Cartilla fundacional:


Art. 1: “El honor ha de ser la principal divisa del guardia civil; debe, por consiguiente, conservarlo sin mancha. Una vez perdido no se recobra jamás.”


Art. 2: “El mayor prestigio y fuerza moral del Cuerpo es su primer elemento; y asegurar la moralidad de sus individuos, la base fundamental de la existencia de esta Institución.”


Art. 3: “El guardia civil, por su compostura, aseo, circunspección, buenos modales y reconocida honradez, ha de ser siempre un dechado de moralidad.”


Art. 7: “Sus primeras armas deben ser la persuasión y la fuerza moral, recurriendo a las que lleve consigo sólo cuando se vea ofendido por otras o sus palabras no hayan bastado.”


Art. 8: “Será siempre un pronóstico feliz para el afligido, infundiendo la confianza de que a su presentación el que se crea cercado de asesinos, se vea libre de ellos; el que tenga su casa presa de las llamas, considere el incendio apagado; el que vea su hijo arrastrado por la corriente de las aguas, lo crea salvado; y, por último, siempre debe velar por la propiedad y seguridad de todos.”


Art. 9: “En ninguna ocasión, ni bajo pretexto alguno, recibirá el guardia civil regalos, bien sean en dinero, alhajas, ropas o manjares, pues estas demostraciones son siempre el precio a que se compra la infidelidad. El guardia civil no hace más que cumplir con su deber, y si algo le es permitido esperar de aquellos a quienes favorezca, es sólo un recuerdo de gratitud.”


En nuestra reciente etapa constitucional, configurado el Estado español como un Estado social y democrático de Derecho, la antigua Orden Civil de la Beneficencia ha quedado derogada conforme al Real Decreto 407/1988 de 22 de abril, por el que se regula la Orden Civil de la Solidaridad Social a propuesta del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (B.O.E. núm. 104 de 30 de abril de 1988). Las condecoraciones sustitutivas de las de la “Beneficencia” se encuentran actualmente reguladas por el Reglamento de la Orden Civil de la Solidaridad Social, aprobado por Orden de 17 de abril de 1989, del Ministerio de Asuntos Sociales. (B.O.E. núm. 102 de 29 de abril de 1989). Sin embargo, casi un cuarto de siglo después de que oficialmente haya desaparecido la Orden de la Beneficencia, la Guardia Civil sigue siendo conocida incluso internacionalmente como “la Benemérita” y a sus miembros se los conoce y denomina en muchos lugares como “beneméritos”.


En el mismo sentido, la normativa de aplicación a la Guardia Civil se ha actualizado recientemente, han quedado derogados formal y oficialmente el Reglamento Militar y el Reglamento para el servicio, pero su espíritu deontológico ha quedado igualmente recogido en las recientísimas normas reguladoras como queda de manifiesto si se analiza el contenido de las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas, aprobadas por Real Decreto 96/2009, de 6 de febrero, y declaradas de aplicación para la Guardia Civil por Real Decreto 1437/2010, de 5 de noviembre.





Poesia Homenaje a la Guardia Civil

VIRGEN SANTA DEL PILAR
ESTRELLA DE LA MAÑANA
MIRA A TUS PIES, DE RODILLAS,
A LA GUARDIA CIVIL DE ESPAÑA.

MIRA A ESOS HOMBRES, ALZADOS
SOBRE EL HONOR DE SU RAZA,
FORJADORES DE LA HISTORIA,
SOLDADOS DE CUERPO Y ALMA,
QUE BAJO LA SOMBRA ERGUIDA
DEL CRUCIFIJO Y LA ESPADA,
DIERON SU VIDA EN LOS CAMPOS
DE NUMEROSAS BATALLAS
COMO OFRENDAS JUBILOSAS
EN EL ALTAR DE LA PATRIA.

FUERON PECHOS GENEROSOS
ANTE EL CLAMOR DE LAS BALAS
FUERON PARA SUS VIUDAS
RECUERDOS DE AMOR Y LAGRIMAS
CUANDO EN ACTO DE SERVICIO
LA MUERTE CORTO SUS ALAS
HOY SON ANGELES CUSTODIOS
DE UNA LIBERTAD SIN RABIA,
LLEVANDO LA LEY Y EL ORDEN
CON HUMILDAD Y CONSTANCIA
EN UNIFIRMES DE GLORIA,
POR LOS PUEBLOS DE LA PATRIA.

MIRALOS TU, PILARICA,
MIRALOS ANTE TUS PLANTAS
COMO RELUCEN AL CIELO,
CON EL AIRE DE SUS CAPAS,
LOS EMBLEMAS DE SU ESCUDO,
HACHA, CORONA Y ESPADA.

VIRGEN SANTA DEL PILAR,
MIRALA POR DONDE PASA,
MIRALA SOBRE LOS MONTES,
MIRALA ROMPIENDO EL ALBA,
MIRALA POR DONDE VIENE
LA GUARDIA CIVIL DE ESPAÑA.

Poesía creada por Cruz Díaz, alguacil del Ayuntamiento de Pescueza (Cáceres)

ROMANCE DE LA GUARDIA CIVIL ESPAÑOLA

Federico garcia Lorca 1928

Los caballos negros son.
Las herraduras son negras.
Sobre las capas relucen
manchas de tinta y de cera.
Tienen, por eso no lloran,
de plomo las calaveras.
Con el alma de charol
vienen por la carretera.
Jorobados y nocturnos,
por donde animan ordenan
silencios de goma oscura
y miedos de fina arena.
Pasan, si quieren pasar,
y ocultan en la cabeza
una vaga astronomía
de pistolas inconcretas.

¡Oh ciudad de los gitanos!
En las esquinas banderas.
La luna y la calabaza
con las guindas en conserva.
¡Oh ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Ciudad de dolor y almizcle,
con las torres de canela.

Cuando llegaba la noche,
noche que noche nochera,
los gitanos en sus fraguas
forjaban soles y flechas.
Un caballo malherido,
llamaba a todas las puertas.
Gallos de vidrio cantaban
por Jerez de la Frontera.
El viento, vuelve desnudo
la esquina de la sorpresa,
en la noche platinoche
noche, que noche nochera.

La Virgen y San José
perdieron sus castañuelas,
y buscan a los gitanos
para ver si las encuentran.
La Virgen viene vestida
con un traje de alcaldesa,
de papel de chocolate
con los collares de almendras.
San José mueve los brazos
bajo una capa de seda.
Detrás va Pedro Domecq
con tres sultanes de Persia.
La media luna, soñaba
un éxtasis de cigüeña.
Estandartes y faroles
invaden las azoteas.
Por los espejos sollozan
bailarinas sin caderas.
Agua y sombra, sombra y agua
por Jerez de la Frontera.

¡Oh ciudad de los gitanos!
En las esquinas banderas.
Apaga tus verdes luces
que viene la benemérita.
¡Oh ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Dejadla lejos del mar,
sin peines para sus crenchas.

Avanzan de dos en fondo
a la ciudad de la fiesta.
Un rumor de siemprevivas
invade las cartucheras.
Avanzan de dos en fondo.
Doble nocturno de tela.
El cielo, se les antoja,
una vitrina de espuelas.

La ciudad libre de miedo,
multiplicaba sus puertas.
Cuarenta guardias civiles
entran a saco por ellas.
Los relojes se pararon,
y el coñac de las botellas
se disfrazó de noviembre
para no infundir sospechas.
Un vuelo de gritos largos
se levantó en las veletas.
Los sables cortan las brisas
que los cascos atropellan.
Por las calles de penumbra
huyen las gitanas viejas
con los caballos dormidos
y las orzas de monedas.
Por las calles empinadas
suben las capas siniestras,
dejando detrás fugaces
remolinos de tijeras.
En el portal de Belén
los gitanos se congregan.
San José, lleno de heridas,
amortaja a una doncella.
Tercos fusiles agudos
por toda la noche suenan.
La Virgen cura a los niños
con salivilla de estrella.
Pero la Guardia Civil
avanza sembrando hogueras,
donde joven y desnuda
la imaginación se quema.
Rosa la de los Camborios,
gime sentada en su puerta
con sus dos pechos cortados
puestos en una bandeja.
Y otras muchachas corrían
perseguidas por sus trenzas,
en un aire donde estallan
rosas de pólvora negra.
Cuando todos los tejados
eran surcos en la tierra,
el alba meció sus hombros
en largo perfil de piedra.

¡Oh, ciudad de los gitanos!
La Guardia Civil se aleja
por un túnel de silencio
mientras las llamas te cercan.

¡Oh, ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Que te busquen en mi frente.
Juego de luna y arena.

Romancero gitano

Un romance de 1851 del poeta bilbaíno Antonio Trueba la Quintana



(tal vez el primero dedicado a nuestro benemerito Cuerpo)

¡Feliz el pueblo que puede dormir en la confianza
de que hay un ángel custodio que le cubre con sus alas!
Ya reduzcan a cenizas los edificios las llamas,
ya la corriente del río las poblaciones invada,
ya el infeliz trajinero se hunda en simas o barrancas,
ya carezca el caminante de alimentos o posada,
ya asalten los malhechores camino, heredad o casa,
ya el puñal del asesino atente a la vida humana,
siempre la Guardia Civil, cual la paloma del Arca,
en medio del cataclismo es anuncio de esperanza,
y por eso en todas partes bendiciones la acompañan;
por eso Dios la protege cuando al peligro se lanza,
por eso la canto yo con el corazón y el alma.
Yo no temo a los ladrones si civiles me acompañan.
Viva la Guardia Civil, porque es la gloria de España.

Poema del cante Jondo

Poema del cante Jondo
Escena del Teniente Coronel de la Guardia Civil


CUARTO DE BANDERAS

TENIENTE CORONEL. Yo soy el teniente coronel de la Guardia Civil.
SARGENTO. Sí
TENIENTE CORONEL. Y no hay quien me desmienta.
SARGENTO. No
TENIENTE CORONEL. Tengo tres estrellas y veinte cruces.
SARGENTO. Sí.
TENIENTE CORONEL. Me ha saludado el cardenal arzobispo con sus veinticuatro borlas moradas.
SARGENTO. Sí.
TENIENTE CORONEL. Yo soy el teniente. Yo soy el teniente. Yo soy el teniente coronel de la Guardia Civil.
(Romeo y Julieta, celeste, blanco y oro, se abrazan sobre el jardín de tabaco de la caja de puros. El militar acaricia el cañón de un fusil lleno de sombra submarina.)
UNA VOZ. (Fuera.)

Luna, luna, luna, luna,
del tiempo de la aceituna.
Cazorla enseña su torre
y Benamejí la oculta.

Luna, luna, luna, luna.
Un gallo canta en la luna.
Señor alcalde, sus niñas
están mirando a la luna.


TENIENTE CORONEL. ¿Qué pasa?
SARGENTO. Un gitano.
(La mirada de mulo joven del gitanillo ensombrece y agiganta los ojirris del teniente coronel de la Guardia Civil.)
TENIENTE CORONEL. Yo soy el teniente coronel de la Guardia Civil.
SARGENTO. Sí.
TENIENTE CORONEL. ¿Tú, quién eres?
GITANO. Un gitano.
TENIENTE CORONEL. ¿Y qué es un gitano?
GITANO. Cualquier cosa.
TENIENTE CORONEL. ¿Cómo te llamas?
GITANO. Eso.
TENIENTE CORONEL. ¿Qué dices?
GITANO. Gitano.
SARGENTO. Me lo encontré y lo he traido.
TENIENTE CORONEL. ¿Dónde estabas?
GITANO. En la puente de los ríos.
TENIENTE CORONEL. Pero, ¿de qué ríos?
GITANO. De todos los ríos.
TENIENTE CORONEL. ¿Y qué hacías allí?
GITANO. Una torre de canela
TENIENTE CORONEL. ¡Sargento!
SARGENTO. A la orden, mi teniente coronel de la Guardia Civil.
GITANO. He inventado unas alas para volar, y vuelo. Azufre y rosas en mis labios.
TENIENTE CORONEL. ¡Ay!
GITANO. Aunque no necesito alas, porque vuelo sin ellas. Nubes y anillos en mi sangre.
TENIENTE CORONEL. ¡Ayy!
GITANO. En enero tengo azahar.
TENIENTE CORONEL. ¡Ayyyyy! (Retorciéndose.)
GITANO. Y naranjas en la nieve.
TENIENTE CORONEL. ¡Ayyyy!, pun, pin, pam. (Cae muerto.)
(El alma de tabaco y café con leche del teniente coronel de la Guardia Civil sale por la ventana.)
SARGENTO. ¡Socorro!
(En el patio del cuartel, cuatro guardias civiles apalean al gitanillo.)


CANCIÓN DEL GITANO APALEADO

Veinticuatro bofetadas.
Veinticinco bofetadas;
después, mi madre, a la noche,
me pondrá en papel de plata.

Guardia civil caminera,
dadme unos sorbitos de agua.
Agua con peces y barcos.
Agua, agua, agua, agua.

¡Ay, mandor de los civiles
que estás arriba en tu sala!
¡No habrá pañuelos de seda
para limpiarme la cara!

LORENZO SILVA

El Lejano Pais de los estanques 
 En mitad de un tórrido agosto mesetario, el sargento Bevilacqua, que pese a la sonoridad exótica de su nombre lo es de la Guardia Civil, recibe la orden de investigar la muerte de una extranjera cuyo cadáver ha aparecido en una urbanización mallorquina. Su compañera será la inexperta agente Chamorro, y con ella deberá sumergirse de incógnito en un ambiente de clubes nocturnos, playas nudistas, trapicheos dudosos y promiscuidades diversas. Poco a poco, el sargento y su ayudante desvelarán los misterios que rodean el asesinato de la irresistible y remota Eva, descubriendo el oscuro mundo que se oculta bajo la dulce desidia del paisaje estival.
A partir de una sabia mezcla de ingredientes policíacos, relaciones humanas y pinceladas de humor bien dosificadas, Lorenzo Silva construye una novela refrescante y llena de hallazgos.

 El Alquimista Impaciente

Un cadáver desnudo, sin rastros de violencia, aparece atado a una cama en un motel de carretera. ¿Se trata o no de un crimen? El sargento Bevilacqua, atípico investigador criminal de la Guardia Civil, y su ayudante, la guardia Chamorro, reciben la orden de resolver el enigma.
La investigación que sigue no es una mera pesquisa policial. El sargento y su ayudante deberán llegar al lado oscuro e inconfesable de la víctima, a su sorprendente vida secreta, así como a las personas que la rodeaban, en su familia, en la central nuclear donde trabajaba. Y desentrañar un cada vez más complejo entramado de dinero e intereses que los llevará a varias ciudades. Pero la clave, como en la alquimia, está en la paciencia; la que necesitarán los investigadores y también la que les faltó, de uno u otro modo, a los personajes con los que se tropiezan en su búsqueda.
Una novela de corte policíaco que es mucho más que un relato de intriga, y en la que descubrir a la víctima es casi más importante que descubrir a su asesino. Como en los libros de Chandler y Hammett, no se trata de resolver un crimen como quien resuelve un acertijo, sino que hay que sumergirse en las circunstancias y personajes que rodean la muerte, en su trasfondo social.

La niebla y la doncella

El sargento Bevilacqua y su compañera la cabo Chamorro, atípicos investigadores criminales de la Guardia civil, reciben un incómodo encargo. El asunto que les toca en suerte es un asesinato ocurrido dos años atrás en la isla canaria de La Gomera; el muerto, un joven de vida desordenada y carácter atolondrado. Por el crimen, en su día, se juzgó y absolvió a un político local cuya hija adolescente andaba en relaciones con la víctima. El caso ha estado en la vía muerta durante meses, pero las altas conexiones de la madre del chico han forzado a reabrirlo. Chamorro y Bevilacqua se encuentran con un crimen antiguo y muy pocas pistas para resolverlo. Tras desplazarse a la isla, la cabo y el sargento, con la colaboración no siempre entusiasta de los guardias que en su día cerraron el caso en falso, se sumergen en la búsqueda de un asesino que parece haberse desvanecido en la niebla del bosque donde apareció el cadáver.
Lorenzo Silva nos ofrece en La niebla y la doncella la entrega más trepidante y ambiciosa de las andanzas del sargento Bevilacqua.

Nadie vale mas que otro
En Nadie vale más que otro, Lorenzo Silva nos convierte de nuevo en testigos privilegiados de las pesquisas de los célebres Chamorro y Bevilaqua pero en esta ocasión el lector tendrá la oportunidad de adentrarse en cuatro casos diferentes en los que se pondrá en juego la pericia y perspicacia de esta pareja de investigadores de la Guardia Civil. El asesinato de una mujer en el que todas las sospechas recaen en un marido con un largo historial de malos tratos, la violación y muerte de una niña, el hallazgo de un cadáver de un delincuente común donde todo parece indicar que se trata de un ajuste de cuentas y el crimen contra un inmigrante en un pequeño pueblo son los cuatro asuntos que tienen como nexo, además de suceder todos en periodos estivales, el hecho de ser crímenes tan cotidianos como los que se leen a diario en los periódicos, alejados de la extravagancia y de la sofisticación y, en consecuencia, tan reales como la vida, o la muerte, misma. Casos, no obstante, en los que la línea recta no es necesariamente el camino más corto y en los que casi nada es lo que a simple vista parece.
Lorenzo Silva nos ofrece cuatro relatos contundentes, sin fuegos de artificio, en los que demuestra que la cotidianidad y la realidad pueden ser la base para la mejor literatura

La reina sin espejo
La aparición de una mujer apuñalada en un pueblo de Zaragoza podría ser un trabajo más para el sargento Bevilacqua y la cabo Chamorro, pero éste es un caso fuera de lo común; la víctima es Neus Barutell, una célebre periodista casada con un consagrado escritor catalán, lo que atrae a la prensa más sensacionalista y somete a los investigadores de la Guardia Civil  a una dosis suplementaria de presión. En estas peculiares circunstancias, Bevilacqua y su compañera deberán remover con sigilo las entrañas de una vida pública más allá de las apariencias y sumergirse en las flaquezas e inseguridades que se escondían tras la imagen solvente e impecable de la víctima. También será necesario rastrear con detalle sus últimos trabajos periodísticos. Las pesquisas llevan a nuestros protagonistas a Barcelona y las primeras pistas apuntan a un crimen pasional en un mundo de vanidades, lleno de tapujos y secretos y con ramificaciones hasta los sórdidos bajos fondos de la ciudad.
La reina sin espejo nos sumerge en una indagación compleja y fascinante en la que los guardias civiles deberán, entre otras muchas cosas, dilucidar enigmas literarios de Alicia a través del espejo, desentrañar relaciones cibernéticas y colaborar con la policía autonómica catalana para llegar a la resolución de un caso espinoso y difícil.
Lorenzo Silva trasciende con esta novela el género policíaco en un texto colmado de intrigas, bajas pasiones e ironía y lo conjuga con su prosa más conseguida y acertada hasta el momento.

La estrategia del agua
Tras una decepcionante experiencia con el sistema judicial, que ha puesto en libertad a un asesino al que había detenido después de una larga investigación, el brigada Bevilacqua, alias Vila, se halla desencantado y más escéptico de lo que acostumbra. Así se enfrenta al nuevo caso que le ocupa: un hombre llamado Óscar Santacruz ha aparecido con dos tiros en la nuca en el ascensor de su casa. Parece el «trabajo» de un profesional, lo que se antoja desmesurado dada la poca trascendencia de la víctima, que tiene algunos antecedentes menores por tráfico de drogas y violencia de género. Vila y su compañera, la sargento Chamorro, afrontan la tarea, muy a regañadientes por parte de Vila, actitud que empezará pagando «el nuevo», Arnau, un joven guardia que poco a poco se irá ganando la confianza del brigada.
Parece que los problemas en la vida de Óscar, aparte de sus roces con la justicia, se limitan a su divorcio, mal llevado y con un hijo de por medio. Pero, ¿qué esconde la denuncia que pesaba sobre la víctima por malos tratos? ¿Y su detención por tráfico de drogas? ¿En qué oscuros asuntos estaba envuelto este hombre en apariencia tan poco peligroso?

Una novela sobre los claroscuros de las relaciones, sobre los errores y aciertos de los jueces, sobre los vericuetos de la moderna investigación policial, sobre las injusticias que provocan las leyes y sobre el mal, que a menudo está entre lo que tenemos más cerca, incluso entre lo que un día amamos.