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Historia de una Compañía expedicionaria de la Guardia Civil- 1936/1938. “LA CALAVERA”
















Historia de una Compañía expedicionaria de la Guardia Civil- 1936/1938. “LA CALAVERA”



Foto inferior Emblema Compañía "La Calavera".









En Septiembre de 1936, se constituyo en la Comandancia de la Guardia Civil de Zaragoza, una compañía expedicionaria que fue destacada al frente de Teruel, en primera línea, como unidad de choque. Debido al distintivo que adopto, fiel exponente del valor temerario de sus integrantes, fue muy pronto conocida como La Calavera.

Si bien es cierto que existen miles de obras dedicadas a la Guerra Civil /1936/1939/, apenas se ha tratado la participación de la Guardia Civil, tanto en el bando nacional, como en el republicano, donde tuvo una efémera denominación como Guardia Nacional Republicana.

El papel que jugó la benemérita, al inicio de la contienda, fue determinante para que la balanza se inclinara, en cada provincia, en uno u otro sentido. Sin embargo los historiadores o investigadores no han profundizado en dicha cuestión, siendo casi desconocidos muchos aspectos de su participación.

El 18 de Julio de 1.936, el General de Caballería Miguel Cabanellas Ferrer, antiguo Director de la Guardia Civil y Jefe de la 5ª División Orgánica, así­ como Comandante Militar de Zaragoza, proclamo en su jurisdicción el estado de guerra Pocas horas después la provincia se encontraba bajo el control de las Fuerzas del Ejército y de la Guardia Civil que se habían unido al alzamiento militar iniciado en Melilla el día anterior.

En la vecina provincia de Teruel, El Teniente Coronel de Infantería Mariano García Brisolara, Comandante Militar de la plaza, declaro el 19 de julio el estado de guerra, junto a las Fuerzas de la Guardia Civil, mandadas por el Teniente Coronel Pedro Simarro Roig. Pero al contrario que en la de Zaragoza, el movimiento no triunfo en su totalidad, fracasando en las zonas de Utrillas, Montalbán,
Alcañiz
y Valderrobles.

A partir de ese momento la provincia de Teruel será triste y obligada protagonista de la Guerra Civil. Ceñida por el cinturón republicano formado por Tarragona, Castellón, Valencia, Cuenca y Guadalajara, sufrirá en sus tierras sangrientos y desbastadores combates entre ambos bandos.

Pasadas las primeras semanas el bando nacional decidió replegar a aquellos Guardias Civiles de Teruel, que por su edad u otras circunstancias, no reunían el perfil adecuado para estar en primera línea de un frente que se preveía largo, duro y sometido a las extremas condiciones del invierno. Por ello se dispuso su relevo con la creación en Zaragoza, de una compañía expedicionaria, formada en su mayoría por Guardias Civiles jóvenes y solteros.

Para su mando se nombro al Capitán Roger Oliete Navarro, incorporado desde la Coruña al frente de Teruel el 25 de Septiembre. Inmediatamente procedió a su organización adscribiendo a otros guardias civiles voluntarios de la Comandancia de Teruel, así­ como de los que se habían pasado de la zona republicana de Levante.




Procedente de Infantería y veterano de las Campañas de Marruecos, el Capitán Oliete convirtió su compañía en una unidad de choque de primera línea. Sus subalternos fueron inicialmente los tenientes Fernando Ortiz Larrosa y Juan Bautista Mari Cleriguos, este Último procedente de una columna republicana de Castellón, que se había pasado al bando nacional por Puebla de Valverde.

La nueva unidad, que llego a contar con una plantilla de 1 Capitán, 5 tenientes, 1 brigada, 8 cabos y 170 Guardias Civiles, quedo encuadrada en la 52 División mandada por el General de Brigada de Artillería Mariano Muñoz Castellanos, jefe del sector de Teruel.

La Calavera, fue inmediatamente enviada al frente y recibió nada más llegar su bautismo de fuego. A partir del 1 de Octubre empezó a sostener en el Puerto de Escandón, estratégico cierre de acceso a Teruel por la carretera de Valencia, continuos enfrentamientos, hasta que unas semanas después, pudo ser relevada por una compañ­a del Ejército.




En los días siguientes, los Guardias Civiles, lejos de descansar, tomaron parte en las acciones de limpieza de las zonas de Albarracín, Argente y Visiedo, donde tuvieron constantes combates con fuerzas republicanas, capturando abundante armamento.

Desde el 10 de Noviembre y formando parte de la columna formada por el Comandante de la Guardia Civil, Pedro Barcina del Moral, tomo parte en las acciones que se produjeron en las zonas de El Muletón y Altos de Celadas, distinguiéndose el día 29 en la defensa del pueblo de Celda.

A partir del 1 de diciembre combatió sucesivamente, con gran Éxito y heroico valor, en el frente situado entre Campillo y esas, la defensa de la fábrica de Luz de San Blas, la ocupación de la posición de Cerro Gordo, defendiéndola seguidamente contra fuerzas republicanas, compuestas por tres compañías de Infantería y un Escuadrón de Caballería, capturando gran cantidad de armamento, material y ganado, aún a pesar de haber soportado fuego de artillería.

Atrincherada La Calavera, en Cerro Gordo, continuo hasta el 1 de Febrero de 1.937, en que fue relevada, regresando a Teruel para descansar. Pero la delicada situación de la zona, obligo que al día siguiente, fuera concentrada en la localidad de Cea de Albarracín, para a continuación y junto a fuerzas de la 2ª bandera de La Legión, zapadores y otras, conquistar la posición de Cerro Murillo.

Ya para entonces el valor temerario de aquellos Guardias Civiles era conocido en todo el frente. El Capitán Oliete, cuyo bautismo de fuego lo había recibido en Septiembre de 1925 durante el desembarco de Alhucemas, parecía no temer la muerte y siempre era el primero en ocupar los puestos de mayor peligro.

Forjado su temple en numerosas acciones de guerra libradas en Marruecos, sabía que una parte importante de la moral combativa de una unidad de choque, residía en el ejemplo que diera su jefe. También conocía sobradamente los efectos psicológicos de los distintivos y de los sobrenombres. Su experiencia africana se lo había enseñado. Por ello no dudo en adoptar para sus Guardias Civiles un singular emblema, que si bien había sido usado por unidades del Ejército, en modo alguno lo había sido por la Guardia Civil.





Se trataba de una calavera sobre las iníciales G y C, entrelazadas sobre fondo negro. Aquella no era ya una compaña tradicional, sino una unidad de choque que era empleada como fuerza de infantería en las posiciones de mayor riesgo y fatiga. Además de su efecto psicológico, dicho distintivo sirvió para diferenciar a aquellos hombres del resto, pues en muchos casos, era muy difícil, dada la variopinta vestimenta empleada en el frente, distinguir a un Guardia Civil de un soldado nacional o un miliciano republicano. Hay que tener presente, que aunque los Guardias Civiles, portaban sus uniformes, el rigor del invierno, y las bajas temperaturas turolenses, que llegaban a descender a los 20º grados bajo cero, les obligaban al igual que al resto de combatientes, a ponerse encima todo tipo de prendas de abrigo. Por ello las escarapelas con la calavera, cosidas en los capotes, uniformes, prendas de cabeza, etc., eran el mejor medio para ser identificados. En algunos casos las calaveras iban acompañadas de dos tibias cruzadas y hasta se bordo tan singular figura en el banderín de la Compañía.

Aquellas escarapelas no reguladas por normativa alguna, pero consentidas por el mando en tales circunstancias, harán de que junto al temerario valor de que estaban revestidos los Guardias Civiles que las portaban, fueran conocidos a uno y a otro lado del frente como los de La Calavera.

El 19 de febrero de 1.937 La Calavera, volvió a ocupar posiciones en los Altos de Celadas, al objeto de distraer la atención de las Fuerzas republicanas, mientras una columna de los nacionales avanzaba por la zona de Vivel del Rio. Conseguido ese objetivo continuaron de columna volante hasta el 18 de Abril, en que por orden del Jefe del Sector de Teruel, tuvieron que desplazarse hasta Cea de Albarracín, donde el enemigo había lanzado una ofensiva para tomar la capital.

Allá­, junto a una sección de artillería, otra del Regimiento de Infantería núm. 17 y otras fuerzas, consiguieron contener el avance de los republicanos, gracias al refuerzo del Regimiento de Carros de Combate núm. 2. Durante dos semanas libraron duros enfrentamientos en las posiciones Venta del Ratón, Joyante del Fraile, y Casilla de Peones Camineros, hasta que finalmente fueron relevados por fuerzas de la 2ª Bandera de la Legión.

El 26 de mayo dos secciones de la Calavera fueron destacadas para tomar la Muela de Villatar Casa del Guarda y Banquizar, regresando dos días después a Teruel, tren cumplir con brillante Éxito su misión. El 3 de Junio la Compañía entera fue enviada a Molina de Aragón, pasando a formar parte de la columna formada por el Jefe de la Circunscripción núm. 6, coronel de Artillería Luis Marianas Gallego, tomando parte sucesivamente en las acciones de Orea, Checa; Orihuela, Alustante y Brochales, destacando por su arrojo en la conquista de Pinarejo, Sierras de Nogueras, Griegos, Guadalaviar, Villar del Cobo, Frías de Albarracín, cerro de Santa Ana y Moscardó. El 31 de julio La Calavera regreso a Molina de Aragón, tras recibir numerosas felicitaciones del mando nacional.

El 21 de agosto La Calavera, fue enviada a la zona de Lebratón, al objeto de detener la infiltración de fuerzas republicanas que estaban cruzando el rio Tajo por el vado de Salmerón. Con el refuerzo de una compañía del Regimiento de Infantería núm. 18 y otras dos compañías de la Mehal de Melilla núm. 2, todas ellas bajo el mando del capitán Oliete, se procedió tras duros combates que llegaron al cuerpo a cuerpo, a reconquistar el terreno conquistado por aquellas.

Poco después La Calavera, marcho a Villarquemado, para recuperar la posición de cerro de Santa Bárbara, que había sido conquistada por los republicanos. En la madrugada del 30 de Agosto se consiguió ocuparla, no sin sufrir numerosas bajas. Al día siguiente las fuerzas republicanas lanzaron infructuosamente una violenta contraofensiva para intentar recuperar la posición perdida. Allá­, su jefe, el Capitán Oliete, recibió el impacto de una bala de fusil en la cabeza, resultando gravemente herido, teniendo que ser evacuado.

Estabilizadla situación, La Calavera, fue relevada y enviada a Santa Eulalia, para partir seguidamente hacia Buena y tomar la posición de La Sarteneja. El 10 de Septiembre mientras el Capitán Oliete, se recuperaba de sus graves heridas, fue enviado para sustituirle, el de igual empleo, Enrique Ferrer Calero, también perteneciente a la Comandancia de Zaragoza.

El mismo día 10 dejaron dos secciones de la Calavera, guarneciendo La Sarteneja, mientras otra, reforzada por una sección disminuida de infantería, fue enviada a la de El Cabezo. En dicho enclave se escribirá una de las páginas más gloriosas de La Calavera. El mando de la posición recayó sobre el Brigada de la Guardia Civil, Miguel Sáez Herranz, de la Comandancia de Teruel, que se había evadido en Octubre de 1936 de la zona republicana, procedente de la Comandancia de Valencia.

Bajo sus órdenes, estaban un Cabo y 26 Guardias Civiles.




En la encarnizada defensa llevada a cabo el 12 de Septiembre frente a sucesivas oleadas de asalto, precedidas todas de fuego artillero, resultaron muertos 6 guardias civiles, y otros 12 heridos, incluidos el brigada y el cabo, así­ como la mayor parte de la sección de Infantería que les apoyaba. Tras rechazar cinco asaltos, El Cabezo, siguió en manos de sus defensores.

Por el General de Infantería José Moscardó Ituarte, Jefe del V Cuerpo de Ejército del bando nacional, a la que pertenecía la 52 División, en la que estaba encuadrada la compañía La Calavera, se procedió a proponer al brigada Sáez para la medalla militar individual, que posteriormente fue concedida, y se ascendió a Cabo a todos los Guardias Civiles.

LA MASCOTA DE LA CALAVERA:

A esta compañía expedicionaria, como toda compañía de choque que se precie, no le podrá faltar su propia mascota. Era un perro llamado Tobi, y un día apareció por el edificio que utilizaban los hombres de La Calavera, para pernoctar en Teruel.




Buscaba algo de comida y enseguida encontró el cariño y afecto de aquellos Guardias Civiles, hasta el punto que era impensable, la salida al frente, sin contar con El. Tobi actuaba en las descubiertas que se practicaban sobre el terreno, adelantándose a los guardias que marchaban en cabeza.

Por propia iniciativa escudriñaba cuevas, parapetos y parideras del campo turolense, adelantándose siempre a los primeros guardias que iban en cabeza, alertando inmediatamente de la presencia de extraños mediante fuertes ladridos. Si no encontraba a nadie regresaba en silencio y moviendo alegremente su rabo. ¿ A cuántas vidas de aquellos Guardias Civiles no salvo este perro?

Finalmente al igual que muchos integrantes de La Calavera
,
murió en el campo de batalla. Fue en la acción de defensa de Bueñas.

LA RECONQUISTA DE TERUEL

Cubiertas las bajas producidas en la Calavera
, por Guardias Civiles voluntarios, la Compañía se reunió
nuevamente, participando sucesivamente en las acciones de Bueñas, Montreal, Santa Eulalia, Fuenferrada, Bezas, Calamocha, Cuando, Camo de aviación de Caudo y Cella. El 23 de noviembre se había reincorporado a su mando el capitán Oliete, pero el 15 de Diciembre tuvo que dejarlo definitivamente al resentirse de la herida sufrida en la cabeza, de la que no había terminado de restablecerse, teniendo que ser evacuado a Zaragoza.

Ese mismo día el ejército republicano inicio una potente y bien preparada ofensiva sobre Teruel, a cuyos arrabales llego el 21 de Diciembre, tras entablar duros y constantes combates. A partir de ese momento y bajo un frio inhumano se lucho calle por calle, casa por casa y habitación por habitación. Los principales núcleos de más tenaz persistencia fueron la Comandancia Militar; el Cuartel de la Guardia Civil, la Delegación de Hacienda, la catedral, el seminario y el instituto.

La Batalla de Teruel, se convirtió con la ayuda del frío invierno, en una de las más dramáticas de la Guerra Civil. A las 22,00 horas del día 7 de Enero de 1938, el Coronel de Artillería Domingo d`Harcourt, gobernador militar de Teruel tras 24 días de resistencia, se rindió con las escasas y maltrechas Fuerzas que le quedaban, al objeto de evitar que los numerosos civiles, mujeres, niños, y ancianos, que tenía a su cargo. Continuasen muriendo de hambre, frio y sed.

Mientras tanto La Calavera
había permanecido alejada de Teruel, al haber sido retirada del frente, días antes de la ofensiva republicana, y conferírseles nuevas y diversas misiones. El 30 de Diciembre, el Capitán Ferrer, que había vuelto a hacerse cargo de La Calavera, fue relevado por el de igual empleo,
Francisco Diez Ticio, también procedente de la Comandancia de Zaragoza.

Empezaron a realizar misiones de policía militar, tales como custodias de estaciones de ferrocarril, depósitos de municiones y víveres conducción de los millares de prisioneros republicanos que se fueron produciendo con el avance de las fuerzas nacionales, evacuación forzosa de aquellas localidades que habían quedado aisladas en tierra de nadie, para distribuirlas por otras, puestos avanzados, protección y dirección de las columnas motorizadas por la zona de operaciones, etc.

.
Mención especial, merece la intervención, como parlamentario, que tuvo que realizar el capitán de La Calavera, en un hecho muy poco conocido de la Guerra Civil acontecido entre las filas nacionales. Resulto que Fuerzas Indígenas Regulares, procedentes de Larache, se sublevaron contra sus mandos, cuando se encontraban desplegadas en la zona de San Blas frente a las posiciones republicanas. El cai­d que encabezaba a los sublevados, solicito que fuera precisamente un Oficial de la Guardia Civil el que se acercara a ellos para parlamentar, no estando dispuestos a hacerlo con ninguno del Ejército. El mando del sector designo para ello al Capitán de La Calavera, quien a su condición de miembro de la Benemérita, se unía el prestigio de la valerosa y temeraria compañía, algo que los moros siempre respetaban.

El 17 de Febrero las fuerzas nacionales iniciaron su ofensiva contra las fuerzas republicanas al objeto de reconquistar Teruel. El 18 se procedió a su envolvimiento y el 19 se ocupo la línea de resistencia situada al norte de la ciudad... En el Último momento, La Calavera
, conocedora de sus accesos y
callejero, fue reclamada para volver a primera línea de combate y tomar parte en la liberación de la población que le vio nacer.

Así­ en la madrugada del día 22, los Guardias Civiles de La Calavera
, fueron
transportados en camiones hasta poco más de un km. de las primeras edificaciones de la ciudad. Allí­ echaron pie a tierra y bajo un nutrido fuego lograron alcanzar sus calles, convirtiéndose de esta forma en los primeros en entrar en Teruel. Una pareja de ancianos que surgieron de entre las ruinas, tras reconocer su singular distintivo, se abrazaron a aquellos Guardias Civiles son los de la Calavera!, exclamaron Hay si vosotros hubierais estado aquí¦. Sollozaron.

El Capitán, Di­ez Ticio al frente de sus guardias civiles tras encontrarse con el bilaureado general de infantería José Enrique Varela Iglesias que mandaba otra columna que había entrado por la zona del Ovalo, inicio inmediatamente el servicio de guarnición que el estado mayor de 52 División le había encomendado.

Una vez designados los edificios para alojar la nueva Comandancia Militar de la plaza y a su compañía, procedió a distribuir a sus hombres en patrullas para recorrer toda la ciudad e informar de la situación. Pronto empezaron a recuperarse numerosos objetos de valor, religiosos y artísticos que habían sido saqueados, destacando unos tapices valorados cada uno en 600.000 pesetas de la Época, procedentes de la catedral de Albarracín.

Continuando el avance de las fuerzas nacionales, La Calavera
, siguió prestando servicio de
guarnición en Teruel, realizando controles en sus accesos y puestos avanzados, motivo por el cual fue perdiendo ese carácter de unidad de choque, para la que había sido creada.

El 3 de Mayo de 1.938, se procedió finalmente a su disolución, reincorporándose sus componentes a sus respectivas Comandancias de origen o nuevos destinos. Tendrán que transcurrir casi 28 años para que sus supervivientes, volvieran a reunirse con ocasión del homenaje que se les tributo en Teruel el 22 de Febrero de 1.966, siendo ya, su primer capitán Roger Oliete Navarro General de División, Subdirector General de la Guardia Civil.
























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