Julio
Camba
LA
GUARDIA CIVIL
La
Guardia Civil era una de las pocas cosas que funcionaban bien en España. De
aquí su impopularidad. Al español no le gusta que las cosas funcionen bien,
porque si las cosas funcionan bien, él tendrá que funcionar bien a su vez, y
este sistema no le ofrece ventaja ninguna. Con un tren que salga siempre a la
hora exacta, por ejemplo, no cabrá nunca seguridad de llegar a tiempo a la
estación, y de igual modo, con un ministro honrado o con un funcionario
insobornable no se podrá jamás conseguir un destinillo ni activar un
expediente. La Guardia Civil era exacta, era honrada y era insobornable. Yo he
jugado muchas veces al tute con el cabo de la Guardia Civil en los cafés de
pueblo, y era en vano que le dejase al hombre cantar siempre las cuarenta,
porque si en época de veda se me ocurría salir al campo con una escopeta, nadie
me libraba de pagar la multa correspondiente. Para un guardia civil no había
nada en el mundo más que el reglamento, y si el reglamento le mandaba sacrificar
al amigo, al hijo o a la mujer, los sacrificaba, y en paz. Un día, en una de
esas partidas de tute a que me acabo de referir, no sé cómo se evocó el nombre
de Guzmán el Bueno, y alguien, al recordar su hazaña, la comentó en términos
que tenían, por cierto, muy poco de respetuosos.—Ustedes dirán lo que quieran
—exclamó—, pero eso de que Guzmán el Bueno ofreciera su propio cuchillo para
que le degollaran al hijo, francamente, a mí me parece una barbaridad.—¿Y qué
iba a hacer el hombre? —dijo entonces el cabo de la Guardia Civil—. Seguramente
su reglamento no le dejaba otro camino...No. No había en toda España una
organización comparable a la de la Guardia Civil, y lo aseguro yo, que no sólo
la conozco de jugar al tute, sino que he sido conducido por ella desde un
extremo de la Península hasta el extremo opuesto, dicho sea con todas las
salvedades debidas a mi natural modestia y sin el menor propósito de que se me
conceda un alto cargo. La Guardia Civil era, técnicamente, de lo mejor que
había en España; pero ¡qué quieren ustedes! ¡Había perseguido tanto a los
republicanos y a los socialistas! ¡Había disparado tantas veces contra el
pueblo soberano!...Yo, la verdad, ignoro contra quién hubiera podido disparar
la Guardia Civil, de no hacerlo contra el pueblo, soberano o no. ¿Debía haber
disparado tal vez contra las hijas de María? No creo que hubiera hecho muchos
remilgos para ello en caso necesario; pero la Guardia Civil tenía por función
el mantenimiento del orden, y las hijas de María, como tales hijas de María, no
se pronunciaban contra este orden. En suma, la Guardia Civil era un
instrumento, y así como la República la tomó en un principio contra la Guardia
Civil, lo mismo pudo haberla tomado contra el sistema Mauser de fusiles a
percusión. Porque no hay duda alguna de que la República la tomó con la Guardia
Civil, y no porque el imperio de la justicia hiciera innecesario ya defender el
orden por medio de la fuerza, ni porque hubiera cesado el malestar del pueblo,
ni por nada semejante, sino tan sólo porque durante cincuenta años, mientras
los republicanos tuvieron enfrente a la Guardia Civil, no la tuvieron a su
lado, y ahora, cuando la tenían a su lado, seguían creyendo que la tenían
enfrente. Por esto, señor mío, y nada más que
por esto. La República la tomó con la Guardia Civil, y primero intentó
sustituirla por el Cuerpo de Guardias de Asalto. Luego, al ver que no podía
sustituirla, quiso modificar su reglamento. Después se conformaba ya con
modificarle el uniforme, y, por último, ¿saben ustedes lo que hizo? Pues
aumentar su consignación, para que hubiese más guardias civiles que nunca y
para que estos guardias civiles estuviesen mejor retribuidos que jamás…
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